viernes, 24 de octubre de 2008

Necesidad Inconfesable


Era una noche de luna llena, de un tiempo cualquiera.
En una ciudad costera, de cualquier lugar del planeta.
Caminaba por la orilla del mar, dejando huellas en la arena
totalmente concentrada en analizar mi existencia.
No veía la tormenta que desde el mar se acercaba,
solo cavilaba ensimismada.

No hubiera sido capaz de evitar el encuentro…

Nos topamos de improviso.
Quise huir pero quedé aturdida por un momento.

Luego ya fue tarde…
Perdí mi conciencia en tu mirada…
Todo quedó estático, se detuvo el tiempo…
Solo se escuchaba el rumor de las olas,
el envolvente sonido que hacen
cuando llegan a la playa y lamen sus costas.

Y a lo lejos la tormenta se acercaba…

Quise alejarme… preservarte…
No me dejaste…
Las negras nubes ocultaron la luna,
desde el mar nos envolvió la bruma…

Y llegó aquello que más temía…

Brotó en mí esa necesidad apremiante, inconfesable…
esa necesidad con la que vivo desde que tengo memoria.

Ese cosquilleo conocido inició su recorrido
desde mis extremidades hasta el centro de mi ser.
Se sensibilizaron las yemas de mis dedos….
Mis manos se crisparon por la necesidad de tocarte…
La tensión en el cuerpo…
inclinado imperceptiblemente hacia adelante…
La boca totalmente seca…
Una sed irresistible…
La necesidad de contenerme, de no hacerte daño…

Sentí un puño de hierro presionando mi pecho.
Fuego en la garganta, por no poder decirte que te fueras.
La noche cada vez más oscura…
Todo se conjugó para que fuera inevitable…

En ese momento me abrazaste…
Te rodee con mis brazos,
clavé mis uñas en tu espalda…
Inspiraste profundamente en mis labios.
Mi cuerpo vibró de forma incontrolable.

Ya era tarde…
Me entregué a los placeres de la carne…
Arañé tu piel, se humedecieron mis dedos…
Separé mi boca de tus labios…
Clavé mis dientes en tu cuello.
Rasgué la carne…
Inundé mi cuerpo con el sabor metálico de tu sangre…