
Iré a reconocer el predio de la lujuria,
la heredad de una mujer de agua,
los terrenos con sus montañas,
los ríos y bosques de su ser.
La mujer existe, es como una manzana
arde roja de su piel
y su pulpa es tersa,
voluptuosa
y miel.
Me gustan sus semillas
y he mordido ya su cáscara alguna que otra vez.
Cuando voy a acariciarle sus dominios,
reconozco que dejo de ser yo mismo
y que me pierdo en sus aromas,
en sus gemidos, sus rasguños
y en su sápida humedad.
Me gustan los labios de su vientre que abrazan como un cilicio mi viril potestad.
Mujer serpiente y latifundio,
oscilante y sabedora
que en tus feudos,
con un orgasmo…
nace dios.